Dime cuántos besos me he perdido desde que nos estamos dejando

Dime cuántos besos me he perdido desde que nos estamos dejando

sábado, diciembre 17

all that we should be

Esta mañana el azul del cielo me parece insultante, como un grupo de amigos que se rien mientras tú, al otro lado de la calle esperas que las siguientes palabras que te diga no sean las que piensas, que no sean las últimas. Hay veces que las cosas ocurren tan deprisa,cambian tan rápido que no eres capaz de decir cuándo todo se empezó a torcer. A veces te pillan por sorpresa, te ahorran muchos quebraderos de cabeza pero te lleva a pensar, ¿qué he hecho yo? (o qué no he hecho). Siempre he pensado que cada persona es un náufrago perdido en mitad del mar, sólo tiene una tabla a la que agarrarse, si esa tabla un día desaparece, nosotros nos hundiremos y necesitaremos encontrar otro apoyo rápido, antes de que la marea nos lleve. Pero hay veces que cierras los ojos y no quieres encontrar nada más, como un niño pequeño te niegas a querer otra cosa, a necesitar algo que no sea lo que te ha acompañado durante tanto tiempo. Quizás de repente un día te des cuenta de que esa tabla, ese apoyo, hace tiempo que ya no está a tu lado, solo que tú estabas tan ocupado en buscar algo más allá que no te diste ni cuenta. Qué triste es no poder decir adiós.
Todo suele ir mucho mejor cuando tienes en mente (o en la manga) un as, una carta guardada (la mejor), para el final, unas palabras, un gesto, algo. Pero con una mente en blanco y un corazón que ya no reacciona, poco se puede hacer. Aunque sigo pensando que las mejores cartas, deben echarse por el camino, no deberíamos esperar a que llegue el miedo a perder a una persona para darle, para decirle todo aquello que sentimos, todo lo que se merece oir. Te paras a pensar en el tiempo, cómo todo ha dado la vuelta, en un principio yo no sentía nada, él todo; progresivamente, quizás a causa del tiempo más que de otra cosa, su necesidad de mí fue disminuyendo, mientras la mía aumentaba, y justo cuando estuvimos de acuerdo, cuando llegamos ambos a un punto sensato de querer en una relación, a un equilibrio, fuimos felices. Desde entonces mi dependencia no ha ido más que en aumento, cuando la suya, sin darme cuenta, no hacía más que decaer. Y ahora que estamos llegando al final, parece que volvemos al principio (no a uno cualquiera, más bien al nuestro, tan peculiar).



Ni si quiera han empezado a caer las hojas de los árboles y ya hace un frío inexplicable, un invierno anticipado (prefiero pensar esto... que pensar que eres tú el que me falta, y que ya nunca más estarás).

No hay comentarios:

Publicar un comentario