Dime cuántos besos me he perdido desde que nos estamos dejando

Dime cuántos besos me he perdido desde que nos estamos dejando

sábado, enero 21

aquellos días donde solo hacía falta una mirada para hacernos sonreír

Imagina que nada es un sueño, que toda efímera posibilidad se convierte en realizable solamente al alcanzar tus párpados, al rozar tu corazón. Imagina que todo es posible, que a los imposibles les tachen el prefijo y de paso también el miedo, los nervios, las desilusiones... las trampas. Un posible que se hace fácil en tus dedos, que se hace magia sin trucos cuando tu mirada se refleja en la profundidad de tu valentía, que crece junto a los minutos acumulados en el tiempo. Imagina, solo por un instante, que no exista el dolor, que las cicatrices realmente no dejen huellas visibles, que el sufrimiento se haga menos doloroso junto a todas tus sonrisas, que se esconda en tu espalda, y se transforma en lunares en tus hombros. O que desaparezca y te deje solo con lo que realmente es capaz de hacerte feliz, de provocarte mil taquicardias al corazón, algo capaz de hacer bailar a tu alma al ritmo de esa melodía que sólo existe en tu interior.
Imagina poder coger las esquinas del infinito, estirar sus barreras, esconderte en sus pliegues, desaparecer. Imagina simplemente crear un deshielo en su piel con un roce, un incendio con un beso prohibido, sin censuras, sin temor a las consecuencias. Sólo imagina, porque luego despiertas, y te das cuenta de que todo es imposible. Pero, ¿acaso no marcabas tú los límites de la realidad? 
Imposibles tan posibles que hasta un pestañeo los descubre. Una mirada verídica, que se esfuma y se esconde. Tan fácil como ocultarse... tan difícil como desaparecer; tan extraño y emocionante como una caricia fluida, dos corazones al unísono una medianoche en la que la luna brilla más que nunca.

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